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DE QUÉ HABLAMOS: ¿DE “SABER” O DE “APROBAR”? ¿EL APROBAR SUPONE SABER?

Juan de Dios Fernández Gálvez (juandefg@gmail.com)


Esta reflexión era muy necesaria antes de esta situación creada por el dichoso “COVID-19”, pero ahora se hace imprescindible. El debate del proceso de enseñanza y de aprendizajes en periodo no presencial, tras leves preocupaciones por el acceso o no a recursos informáticos en casa, pronto se ha centrado en lo importante, ¿en qué aprende el alumnado?, NO, eso no es lo importante, lo importante de verdad es “si aprueban o no aprueban”. A eso hemos reducido el digno objetivo de la enseñanza, “a conseguir aprobar”, el aprender, el saber es secundario. De qué hablamos, ¿de “saber” o de “aprobar”? ¿De “saber para crecer como personas y para la vida” o de “saber para aprobar”? Porque no es lo mismo.



Veamos las grandes dudas de nuestros responsables políticos en educación sobre el desarrollo cognitivo y el desarrollo emocional de nuestro alumnado en esta situación: “... lo hecho el tercer trimestre sirva para salvar el curso o conseguir mejorar la nota media” (J. Imbroda, consejero de educación en Andalucía, ABC.es-Sevilla,14-04-2020) En el mismo artículo, desde el sindicato AMPE, Fco. Padilla, su presidente, dice: “Se puede pasar de 1º a 2º de ESO y recuperar asignaturas, pero los alumnos de 2º de Bachillerato, si se les pasa con suspensos, no van a poder recuperar en la Universidad. Pero tenemos que preguntarnos, ¿Qué es recuperar?, memorizar, hacer el examen y olvidar (aprendizaje bulímico). Pues, si lo no aprendido en tres meses, tras 15 años de escuela, es determinante para afrontar los estudios universitarios, ¡algo hay que cuestionarse!


Aprender es alimentarse intelectual, emocional y socialmente. Y Alimentarse no es tomar alimentos, es aprovechar los alimentos. No comprobamos nuestro crecimiento midiendo y pesando los alimentos tomados, alimentarse es que los alimentos hayan conseguido favorecer y hacer real nuestro crecimiento. Medimos nuestro crecimiento, nuestra salud, nuestra fuerza y decimos si la alimentación ha sido adecuada o no. En educación no lo hacemos así, medimos si se ha tomado el currículo, lo pesamos y cuantificamos (un 7), ¡ya está alimentado! Pues no, “ya ha comido”, pero ¿ha crecido? Crecer es ver si piensa mejor, si resuelve mejor las situaciones que encuentra, si es capaz de relacionarse mejor, si es más feliz, eso es crecer (eso es alimentarse). Así debería ser evaluar el aumento del nivel de desarrollo competencial de cada alumna y alumno. Eso es evaluar de verdad, los procedimientos e instrumentos existen y en algunos centros y aula se están aplicando.

Os invito a un pequeño ejercicio de reflexión (técnicamente a un proceso de metacognición) Tú aprendiste bastante, has olvidado bastante, pero tu cabeza está “bien amueblada”, estás preparada o preparado para resolver las situaciones de la vida, las laborales, las sociales, las familiares..., eres capaz de leer y tomar actitud ante ello... ¿Qué herramientas tienes en la cabeza -qué muebles- que te permiten pensar y vivir? Toma una hoja en blanco y escríbelas. Si puedes, una vez que lo hayas hecho, compáralo con las de otra persona, sumar las aportaciones de ambos, todo esto es crecer, esos son “aprendizajes duraderos”. Esto es lo que respondió un grupo de docentes, de infantil a bachillerato.



Todo lo que se enseña en la escuela ha de servir para amueblar las cabezas del alumnado para el futuro, eso es lo que hay que evaluar, en la educación actual se llama “desarrollo de las competencias clave para afrontar un aprendizaje a lo largo de toda la vida”.


Ahora analicemos una situación que a todos nos ha sucedido, como estudiantes y puede que también como madre o padre. Estamos en viernes, curso 4º-6º de primaria o cualquiera de ESO. Llevamos toda la semana preparando un examen de evaluación trimestral, el alumno o alumna con apoyo de su familia, especialmente madre. Por la mañana, en otra clase, llega el profesor de la materia a examinar.

- Hola. ¿Puedo comunicarle una cosa al grupo?
- Sí, sin problema. Responde la profesora que da clase en ese momento.
- Mirando al grupo: Hoy no podemos hacer el examen, a esa hora hay una actividad de centro, lo dejamos para el lunes.
- ¡No, por favor, para el lunes no!, comenta el alumnado con alboroto y angustia. Se establece un debate, hasta que convencen al docente para pedir la hora de otra asignatura y hacer el examen ese viernes según lo previsto.

Al llegar a casa se comenta el incidente con la familia...

- ¡Dijo el profe que no podíamos hacer el examen, que lo dejábamos para el lunes! Dice el niño a su madre
-  ¡¡Nooo!!, ¡Por favor, no puedo más, todo el fin de semana repasando! No es justo. Responde la madre
- El niño tranquiliza a la madre: Lo hemos hecho, el profe le pidió la clase a otra maestra.
- Menos mal, dice la madre, ¿cómo te ha salido?
- Creo que bien de las 6 preguntas dos me sabía, y la otras he puesto algo, y he acertado en tres. Creo que puedo tener un 6.

Durante el fin de semana, el profesor pasas la mayor parte del tiempo corrigiendo, la familia descansando, el alumno dejando que su cabeza haga limpieza. El lunes dan las notas, se dan como una verdad absoluta: Tú tienes un 7; tú un 5; tú un 3... Esos datos se pasa a la sesión de evaluación, se reajusta levemente en función de la “evaluación continua” y se pasa al programa informático para que quede constancia y se informa a las familias mediante el boletín de notas. Pero la realidad es muy distinta, ¡Esa nota ha caducado!, ya no es cierta, pero pesa como si lo fuese.


Esa es la validez de medir lo estudiado. Igual que en alimentación, el organismo elimina, pero ¿por qué no medimos el “crecimiento que ha desarrollado lo estudiado”? Eso sería auténtica evaluación (evaluar no es calificar), buscar evidencia de aprendizajes estables y duraderos, evaluar crecimiento a nivel cognitivo, emocional y social....


Nuestro alumno en concreto ha obtenido un 6, aprobado bien, pero recordemos que solo tenía seguridad en dos preguntas, las otras se la sabia mal, pero ha tenido suerte. Su aprendizaje ha sido escaso, probablemente cuando lleve la nota a casa quede muy poco. Pero, ¡ha salvado el trimestre!


¿APRENDER O APROBAR?, ¡DE QUÉ HABLAMOS!


Pues si ese es el mayor problema de la educación en España, cómo aprobar o pasar de curso sin haber demostrado que una vez supiste algo del tema y tuviste suerte,

¡TENEMOS EL NORTE PERDIDO!

Abandonemos esta forma de evaluar/calificar

y desaparecerá el “aprendizaje bulímico” que predomina

Pongamos al alumnado a estudiar (alimentarse), comprobemos que han estudiado (que ha comido) y evaluemos su avance en desarrollo competencial

(que ha crecido, que el estudio le ha servido)

 

NOTA ACLARATORIA.

1.- En muchas noticias se está intencionadamente confundiendo “promoción de curso” con “aprobado general”, no es lo mismo. En nuestro sistema se promociona de forma ordinaria, habiendo aprobado o no, para estas últimas situaciones están previstas medidas de atención a la diversidad y de recuperación en nuevo curso. Por tanto, “promocionar” no supone “aprobar”. En los países más avanzados no se repite curso, se refuerza y recupera en cursos siguientes.

2.- Titular con suspensas, se ve como una medida nueva, pero la ley orgánica ya lo tiene previsto. Dos reseñas legislativas: LOE consolidada tras la aprobación de LOMCE, art. 28.2. Las decisiones sobre la promoción del alumnado de un curso a otro, dentro de la etapa, serán adoptadas de forma colegiada por el conjunto de profesores del alumno o alumna respectivo, atendiendo al logro de los objetivos y al grado de adquisición de las competencias correspondientes....De forma excepcional, podrá autorizarse la promoción de un alumno o alumna con evaluación negativa en tres materias.....b) que el equipo docente considere que la naturaleza de las materias con evaluación negativa no impide al alumno o alumna seguir con éxito el curso siguiente, que tiene expectativas favorables de recuperación y que la promoción beneficiará su evolución académica.

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