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Bibliotecas y Currículo....y viceversa


Es indudable el avance en el uso de la biblioteca en los centros educativos, pero a mi entender, en la mayoría de los centros se ha basado en un uso literario, complementario al hecho educativo que se produce en el centro.

Con qué alegría y orgullo me decía el director de uno de los centros en que he desarrollado mi labor orientadora: ¡Qué bien funciona la biblioteca!, la abrimos todos los recreos, hay colas para sacar y cambiar libros. Llevamos una estadística de lo que se lee, por alumnos, por grupos… Al final de cada curso se premia a las y los más lectores. Además, el resto de tiempo, la biblioteca, se usa como clase de refuerzo.

Sin duda este es un motivo de alegría, pero no suficiente. Aquí es donde quiero centrar esta pequeña reflexión, revisión de la normativa actual con ojos desde la biblioteca, más concretamente ver las puertas que nos abre la nueva concepción del currículo y del papel docente en su desarrollo. No voy a recorrer la normativa explicita sobre bibliotecas, sí la normativa general.

Veamos, vamos a partir del currículo planteado por la LOE allá por marzo de 2006 que en los aspectos que aquí nos conciernen han sido mantenidos por la LOMCE (diciembre 2013), por tanto el currículo en la normativa actual (LOE consolidada tras la aprobación de la LOMCE), que se concreta a nivel estatal en los reales decretos 126/2014 para primaria y 1105/2014 para ESO y bachillerato y a nivel andaluz en los decretos 97/2015 para primaria, 111/2016 para ESO y 110/2016 para bachillerato con sus respectivas órdenes. También se ha de tener en cuenta en este análisis la Orden del ministerio ECD65/2015 de 21 de enero, de aplicación en todo el estado,

Pues bien, en esa normativa encontramos dos grandes campos para uso curricular de la biblioteca, tanto la del centro como la comunitaria del pueblo o barrio:

a) Un llamamiento explícito a leer (y hablar y escribir) diariamente en todas las asignaturas [1].

b) Un enfoque curricular integrador, interdisciplinar, centrado en procesos cognitivos (recogidos en los criterios y estándares de evaluación), todo ello enmarcado en la adquisición y desarrollo de la Competencias clave y trabajo interdisciplinar[2]. En el marco de un trabajo de indagación por parte del alumnado[3] y de acompañamiento, asesoramiento, orientación por parte del profesorado[4].

Analicemos ambas propuestas y sus posibilidades en el uso de la biblioteca dentro del desarrollo y adquisición del currículo: “la biblioteca como recurso imprescindible, sine qua non, para el desarrollo del currículo”.

A. Lectura diaria en cada asignatura

Está claro que todas y todos lo hacemos, pero, tal y como están escritos los libros de texto, se nos hace difícil. El estilo de redacción; la concreción de los mensajes, más pensados para memorizar que para razonar y aprender; la fragmentación del texto en preguntas y sus afirmaciones directas y conceptuales… ¿dan pie a que el alumnado comprenda el mensaje, se interese por la lectura?, ¿ayudan a crear conflicto cognitivo y a motivarse a seguir leyendo para indagar y buscar respuestas?, ¿ayudan a contextualizar lo que se presenta y verle utilidad práctica y actual? ¿O quizás solo se limita ese pequeño texto al inicio de cada unidad didáctica a servir de introducción/motivación y no de desarrollo? Esta situación es más extrema en asignaturas como Física, Química o Matemáticas.

Por otro lado, en clase de Lengua sí se realiza auténtico trabajo de lectura en sentido amplio, como se ha de hacer: leer textos estructurados, con estilo, realizando inferencias, juicios valorativos, debates entre compañeros y compañeras… Pero sobre temáticas no relacionadas con los procesos de aprendizaje del alumnado en otras a asignaturas. ¡Qué paradoja, por no decir incongruencia! Hacemos lectura reflexiva, inferencial y crítica sobre la historia del zapatito azul o sobre un viaje imaginario en familia y después leemos rápido, sin profundidad y sin estilo sobre lo que la sociedad ha marcado como “lo que ha de saber el alumnado”... “¡Que me lo expliquen!”, diría el sentido común de la calle.

En reunión de equipo de ciclo (o equipo docente) o departamento didáctico (mejor en área competencial) se deberían determinar las temáticas que dan sentido a las unidades didácticas del trimestre, así como la secuencia temporal; si además se trata en ETCP, podemos favorecer una interdisciplinariedad más amplia. Después se seleccionan libros sobre esas temáticas de manera conjunta e interdisciplinaria, y se acuerda el trabajo colaborativo entre el profesorado, para llegar al alumnado de forma más integral, más motivadora, más favorecedora de un aprendizaje significativo y por indagación individual o colectiva. Así, el material de la biblioteca se convierte en material de trabajo curricular (no tiene por qué sustituir al libro de texto, sino complementarlo). Además, en diferentes áreas se pueden usar los mismos libros. De esta manera, en clase de Lengua se podrán trabajar los conceptos y estructuras propias de la asignatura sobre temáticas relacionadas con Sociales, Naturales, Matemáticas…

Todo esto sin abandonar el uso de la biblioteca para lectura recreativa y literaria, que ya se está realizando y que tanto aporta al desarrollo integral del alumnado.

B. Procesos de aprendizaje mediante búsqueda y elaboración de información

En el apartado anterior llegábamos al uso de la “prescripción de leer diariamente” y al trabajo en el área de Lengua en simbiosis con el desarrollo curricular de otras materias. La lectura, y por ende, la biblioteca, como elemento de interdisciplinariedad y herramienta para motivación y para darle significatividad al aprendizaje.

Pues bien, llegados a este punto, hemos de ser conscientes de que el uso generalizado y casi exclusivo del libro de texto no es lo que nos pide el nuevo modelo curricular. Incluso se puede considerar “ilegal”, ya que el PEC ha de ser ajustado al contexto y realidad de cada centro, igual que las programaciones didácticas. ¿Conoce contexto y realidad del centro el equipo editorial ubicado en Madrid o Salamanca o…? Además, no posibilita el trabajo del alumnado como agente de su propio aprendizaje, ni de motivación e implicación. Se exige en este nuevo modelo curricular avanzar hacia el desarrollo de las competencias, hacia el dominio de los procesos cognitivos y preparar para un aprendizaje autónomo y contextualizado, en el que el trabajo de los alumnos y alumnas sea colaborativo.

Y ¡qué decir del nuevo rol del profesorado como acompañante, asesor, orientador del aprendizaje del alumnado! Muchas profesoras y profesores están en este camino, algunos centros también y se encuentran con el problema de “cómo lo hago” y “con qué materiales”. El cómo, la norma lo dice claramente: menos enseñar y más aprendizaje dirigido; trabajo cooperativo entre el alumnado; tareas y proyectos. En cuanto a con qué materiales, además del uso generalizado de internet para la búsqueda de información (aunque a veces está demasiado dispersa y no siempre es verídica), la biblioteca de aula o la biblioteca de centro ha de ser el primer recurso para este nuevo enfoque curricular. Una biblioteca que, además de los usuales libros de lectura recreativa, tenga todo un arsenal de materiales de desarrollo de las temáticas curriculares, con una importante participación de todo el profesorado (ciclos y departamentos didácticos) en su selección, organización y uso. Es más, se deberían tener asociados los libros de literatura a los diferentes bloques temáticos. ¡Cuántos libros nos pueden servir para estudiar el avance de los inventos, o de análisis de la historia…! Me viene a la memoria el trabajo de M.ª Ángeles Sánchez Guadix, profesora en el IES Zaidín-Vergeles de Granada, que trabaja la Física y Química a través de la literatura, mujeres que han hecho poesía sobre estas temáticas.

A modo de conclusión, se ofrecen tres propuestas concretas:

1. Si en vuestro centro estáis en proceso de avance hacia los nuevos planteamientos curriculares, mirad la biblioteca desde esa perspectiva. Revisad su base bibliográfica con ojos curriculares. Es más: cread un apartado que asocie cada libro con su área y/o bloque temático en la base de datos.

2. Si el centro no está aún en esa línea, pero tú, profesora o profesor, sí lo estás, aplica lo planteado anteriormente. Además de facilitar tu trabajo, es posible que algún otro compañero o compañera se inicie en el cambio al ver que el trabajo se facilita, o que el uso de esos libros le lleva a avanzar metodológicamente.

3. Si ni el centro ni el profesorado está en el proceso de cambio, equipo directivo y/o responsable de biblioteca, incorporad libros que puedan apoyar las temáticas curriculares, animad al alumnado a asociarlos a “aprender”. Comenzad a hacer conexiones entre libros existentes asociando a su uso literario el trabajo con las temáticas de estudio, haced carteles con esas asociaciones… Seguro que el alumnado hace el resto y… por el hilo se llega al ovillo.

Juan de Dios Fernández Gálvez

Puedes encontrar el artículo completo aquí

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1 RD 126/2014, art. 6 y 10; Decreto 97/2015, art. 4 y 10.8; Orden de 17 de marzo de 2015, art. 4.6; RD 1105/2014, art 6; Decreto 110/2016, art 7.5; Decreto 111/2016, art. 6; Orden de 14 de julio, 2016, art. 4.

2 RD126/2014, preámbulo y art. 2; Orden ECD/65/2015, preámbulo; Decreto 97/2015, art 2.e y art 6; Orden de 17 de marzo de 2015, preámbulo y art 2.4d; RD1105/2014 preámbulo, art. 2 y art. 4; Decreto 110/2016, preámbulo, art. 5 y art. 7.1; Decreto 111/2016 preámbulo, art. 3.f, art 5.2, art. 7.1 y 7.10, art. 14.2 y art. 20.1

3 LOMCE, preámbulo y art 5; RD126/2014, preámbulo y art 7.b; Orden ECD/65/2015, anexo II; Decreto 97/2015, art 3 y 8; Orden de 17 de marzo de 2015, art 4.2 y 4.3; RD 1105/2014, preámbulo y art 11; Decreto 111/2016, art 7.4 y 7.6; Orden de 14 de julio de 2016, art 4.d y 4.f.

4 RD 126/2014, preámbulo; Orden ECD/65/2015, anexo II; Decreto 97/2015, art 8.1 y 8.2; Orden 17 de marzo de 2015, art. 4.4 y art. 7; RD 1105/2014, preámbulo; Orden ECD/65/2015, anexo II; Decreto 111/2016, art 7.2; Orden 14 de julio, 2016, art. 4.b.


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